martes, 6 de julio de 2010

Cambio en Boca: entra Hugo Alves y sale Cacho Córdoba expulsado


No es ninguna novedad que cuando un jugador de Boca termina de precalentar y entra al campo de juego reemplazando a un compañero es un momento que se roba todas las miradas. Los ojos del hincha evalúan en milésimas al que entra, al que sale y al técnico de turno y dan su veredicto en cuestión de segundos.
Y entre los cambios que metía todo el tiempo Bilardo y los que casi nunca hacía Russo, hay uno que es para poner en un marquito. Fue el que hizo Marzolini el miércoles 2 de diciembre de 1981 cuando puso a Hugo Alves en reemplazo de Cacho Córdoba que se iba en camilla pero a la vez expulsado.
Lo más groso (?) del tema es que ni el comisario deportivo ni el árbitro Espósito se dieron cuenta en el momento. Hugo Alves entró, fue a ocupar el lateral izquierdo y jugó. Poco, pero jugó. Cuatro minutos después el árbitro se dio cuenta del error, lo llamó y le dijo “...váyase...”. Alves se fue caminando al banco pero el asistente deportivo Enrique Fargas, con kilos de culpa encima por haber participado de la chambonada de dejarlo entrar, lo tomó del brazo y acompañó en persona hasta el túnel local.
Obviamente la caminata cruzando el alambrado de Casa Amarilla no fue fácil. Y más en una noche en que la Bombonera era una olla a presión por la batalla que estaban librando Boca y Vélez por la ida de los cuartos de final del Nacional 81.
La pica con el Fortín venía desde el Metro de ese año y seguiría por lo menos hasta 1982 donde se volverían a dar de lo lindo. Pero esa noche en particular pasó de todo. A los 15 del segundo tiempo se boxearon Cacho Córdoba y Larraquy luego de trabar una pelota. Córdoba cayó y debió ser retirado en camilla. El árbitro, en el medio de un revoleo de jugadores, expulsó a los dos. Fue en ese momento de confusión que Alves entró y jugó mal incluido. Y más allá de si hubo picardía de Marzolini o no, hay que reconocer que el caos desatado no dejaba ver nada.
Se armaban remolinos de jugadores cada tres minutos y volaban piñas y empujones para todos lados. Al rato hubo rojas para Chino Benítez y Maradona en Boca, y Segovia y Moralejo en el Fortín. Pero como si no alcanzara tanta adrenalina faltaba el postre. Faltando cinco minutos hizo un gol Vélez. Y lo poco que quedaba de lógica se fue al tacho. La cancha se transformó en un polvorín y Boca quemó las naves. Ruggeri se fue a jugar de nueve y empató a los 42. Y con el tiempo cumplido el Mono Perotti la clavó abajo. Final del partido y locura en las tribunas y también en los vestuarios. Corridas y periodistas que buscaban sangre. En el medio de reportajes, idas y vueltas, el asistente deportivo tuvo que morder el polvo de la derrota y ante la avalancha de preguntas sobre el caso Alves, confesó: “...la verdad, nos equivocamos los asistentes deportivos...”. Y, la verdad que sí.